jueves, 27 de noviembre de 2014

Viernes hawaiano. El sándwich de jamón que dejamos escapar.

Existe una estrecha y curiosa relación entre los cerdos y el archipiélago de las Hawái, un paraíso en el que nos encantaría estar en estas frías fechas del año, y que bien podrían ser españolas, de no haber sido por nuestra desidia endémica.
Hace cuatro días que estábamos en mangas de camisa, y ya añoramos el calorcito del verano. De buena gana nos iríamos una temporadita al Caribe, o a Hawái, hasta que pasase el mal tiempo.

Han llegado las bajas temperaturas, y se nos comienza a poner la carne de gallina. Aunque a los que se les eriza de verdad es a los cerdos, una vez celebrada la fiesta de San Martín.

Y es que cuando bajan los termómetros llega el tiempo de matanzas, y ellos lo saben. Así que ellos también desearían, aún más que nosotros, irse a vivir una temporadita a Hawái.



Sobre todo porque uno de los dioses más importantes de la mitología de estas islas es un cerdo, Kamapua’a, el dios de la fertilidad. Se trata de un personaje mitad humano mitad gorrino, y dotado de una fuerza descomunal.


Éste se enamoró en su día de Pelé, la diosa del fuego, pero ella lo rechazó insultándole. Su disputa se fue encendiendo cada vez más, y de las palabras pasaron al combate. Finalmente, los soldados de Kamapua’a lanzaron lluvia y niebla sobre la tribu del fuego, que vivía en el cráter de un volcán, y Pelé finalmente se rindió.

Los ecos de aquella batalla aún resuenan por toda la isla, de tal forma que incluso está prohibido viajar con un cerdo, o con algún alimento procedente del mismo, por la carretera que une Honolulu y Kaneohe, ya que dicen que si la diosa Pelé percibe su presencia, se encoleriza y el volcán puede entrar en erupción (además de que aquellos que ignoren la leyenda sufrirán problemas mecánicos o incluso un accidente).


Por otra parte, cuenta la leyenda que las islas del archipiélago de Hawái fueron creadas por el semidiós Maui, que un día estaba pescando con sus redes, y cuando éstas se quedaron enganchadas, dio un fuerte tirón que arrancó las rocas del fondo del mar, formando las islas.

Sus habitantes creían esto, y también profesaban admiración por numerosos dioses que encarnan distintas fuerzas de la naturaleza: Ku (dios de los tifones y de la guerra), Hino (diosa de la noche y de la luna), Kane (dios de los bosques), Tangaroa (dios del mar), Lono (dios de las nubes y del surf) o Kanaloa (dios de los peces).


Además, pensaban que muchos de estos dioses vivían tierras lejanas o en los cielos. Por ejemplo, el dios Lono, tras morir su esposa Laka, abandonó la isla en una gran canoa en dirección a Tahití, indicando que algún día volvería.

Así que no es de extrañar que cuando el capitán James Cook desembarcó en estas islas, los nativos le confundieran con Lono, y le agasajaran como si de un dios se tratase, hasta que se despidió de ellos rumbo al Extremo Oriente.


Pero cometió el error de volver a pasar por allí en su siguiente viaje, y los lugareños comenzaron a desconfiar de que dicho dios les visitase tan a menudo. Entraron en su barco para robar, y la reacción de Cook fue la de tomar como prisionero al rey de la isla.

Entonces los aborígenes comprendieron que se trataba de un mortal más, así que decidieron comprobar tal característica de forma práctica, atacándole y matándole. De esta manera resolvieron el problema de la cena aquella noche, dejando para el día siguiente unos bocadillos que tenían preparados, en honor al otro nombre del archipiélago, y que es el de 'islas Sandwich’ (epónimo que les fue dado en agradecimiento al IV conde de Sándwich, que financió la expedición de Cook).


Así fue cómo Cook pasó a formar parte de la leyenda de estas islas, a pesar de no haber sido su descubridor. Parece ser que dos siglos antes los españoles ya las habían explorado, pero habían mantenido su hallazgo en secreto para utilizarlas como escala en sus viajes a Filipinas.

Nadie más conocía de su existencia, hasta que Cook las redescubrió, para mayor gloria del navegante, y orgullo de los británicos. Aunque no hace mucho que se han encontrado en Manila unos planos españoles muy anteriores a su viaje, similares a los que debió utilizar el almirante inglés para poner rumbo a las islas, y que certifican el descubrimiento español, además de ciertas palabras locales muy parecidas a las nuestras, como terra (tierra), nuna (luna), sola (sol), oma (hombre)...


Desde entonces, y a la vista del escaso interés que mostró España por su posesión, pasaron a pertenecer al Imperio británico, sin que mediara ningún tipo de incidente diplomático por ello. Hasta que tal día como hoy, un 28 de noviembre, pero de 1843, declararon su independencia.

Así se mantuvieron durante medio siglo, pero en 1893 los Estados Unidos, conscientes de su valor estratégico, económico y turístico (el mismo que España no supo ver en su día), decidieron ocuparlas, para convertirlas posteriormente en su 50º estado.


Por ello, hoy en su capital Honolulu celebran el ‘Dia de la Independencia’ (a pesar del escaso tiempo que les duró), bañándose en sus paradisíacas playas, haciendo surf, tomando cócteles como el Blue Hawaii o Mai-Tai, y supongo que también comiendo buen jamón o cerdo kalua, que ya se encargarán los hawaianos de aprovisionarse de él por vía marítima, para que Pelé no se dé cuenta.
 

Espero que paséis un buen fin de semana, tanto como si pudieseis disfrutar en directo de la fiesta hawaiana. ¡Aloha!


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